Antiguamente, mucho antes de Cristo, se ponía en la lengua de los difuntos una moneda (óbolo) para que este pudiera pagar a Caronte, el barquero. De esta manera, el difunto podía pasar a la otra orilla sin mayor compicaciones.
Muchos son los espíritus que se quedan aquí en la tierra, sin poder pasar a la otra orilla, y que acaban "pegados" a cuerpos vivos. Los cristianos saben esto a nivel inconsciente y es por ello, quizás, que todos los domingos ponen en su lengua un óbolo para que, esos espíritus que consigo llevan, puedan pagar al barquero.
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