En la mayoría de los animales, seres humanos incluidos, ocurre un fenómeno paranormal que nadie, que yo sepa, se ha percatado.
Pero partamos de la premisa primero de que, al menos, un cuerpo y un alma tenemos.
Por el día el alma está dentro del cuerpo y es el "conductor" por así decirlo. De día el alma viaja en un coche blindado a cal y canto, más protegida imposible diría yo. ¿Pero protegida de qué?. Del sol, sin duda. El alma desde dentro es capaz de dirigir el vehículo, generalmente con cinco mándos o sensores llamados sentidos, aunque creo que le gustaría más poder salir fuera y vagar a sus anchas y sin la "limitación" de los sentidos.
Por la noche, sin embargo, cuando el sol ya no es una amenaza, sale. Si está muy apegada a ciertos vicios terrenales no abandona el cuerpo o busca otros cuerpos (aunque esto le resulta algo más complicado, entrar en cuerpos ajenos no es fácil). Si no abandona el cuerpo es cuando tenemos los famosos problemas del sueño. Es decir, el alma no quiere o no sabe abandonar el cuerpo, pero ya está fuera del cuerpo (sale automáticamente cuando ya no hay sol). Si el alma no sabe o no quiere abandonar el cuerpo, no desconectará de él y eso hará que el cuerpo no descanse (los famosos problemas del sueño).
Los que hemos salido por la noche de juerga o por trabajo no somos conscientes, pero nuestro alma está fuera y dirige nuestro cuerpo desde fuera y no desde dentro. Claro que esto luego nos pasa factura al siguiente día por la mañana.
Si señores. Somos una alma que tenemos un cuerpo sólo para protegernos del sol. El alma no necesita descansar, el cuerpo si. El alma sale por la noche del cuerpo y debe "desconectar" de él. Lo mejor, por la noche, es "abandonar" sin miedo nuestro cuerpo y vagar sin él, alejarnos de él, eso es lo que en realidad deberíamos de hacer, dejando descansar al cuerpo y volver, cuando amanezca, a introducirnos en nuestro cuerpo asignado para empezar otro día desde dentro creyéndonos ser un cuerpo, una alma que sueña siéndolo.
No tengas miedo por la noche y aléjate de tu cuerpo. Una ley inquebrantable impide que otro lo ocupe sin tu permiso y, cuando llegue la hora, regresarás automáticamente.